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Un día que Buda estaba paseando tranquilamente, su primo Devadatta le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina. La roca cayó al lado del Buda y Devadatta no consiguió terminar con su vida. Buda, aun dándose cuenta de lo sucedido, permaneció impasible, sin ni siquiera perder la sonrisa.


Días después, Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Devadatta preguntó: “¿No estás enfadado?”. “No, claro que no”, aseguró Buda.

Sin salir de su asombro, Devadatta inquirió: “¿Por qué?” Y Buda aseguró: “Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada”.