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Durante años fue un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirle que cambiara. 
Se ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.
Lo peor era que su mejor amigo tampoco dejaba de recordarle lo neurótico que  estaba. Y también insistía en la necesidad de que  cambiara.
Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirse ofendido con él. De manera que se sentía impotente y como atrapado.
Pero un día le dijo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte».
Aquellas palabras sonaron en sus oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies... Te quiero...».
Entonces se tranquilizó. Y se sintió vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambió.
Ahora sabía que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que le quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar.
¿ Quizás es así como te quiere Dios ?